El 18 de agosto de 1989, el competidor presidencial que protegió la eliminación de los traficantes de drogas fue ejecutado en una concentración política. A pesar de que se proclamó la fechoría contra la humanidad, aún una parte de los incluidos no ha reaccionado a la justicia.
Eran las 8:30 de la noche del 18 de agosto de 1989 cuando una camioneta blanca entró en la plaza central de Soacha, el distrito vecino de la capital, Bogotá, despejando su camino a través del grupo repleto para sintonizar a quien como lo indica cada uno de ellos. Las encuestas serían el próximo presidente de Colombia, el jefe liberal Luis Carlos Galán Sarmiento.
En medio de vítores y conferencias, Galán escapó del vehículo y se mudó a una etapa improvisada desde la cual iría con sus seguidores. Solo habían transcurrido quince minutos desde la entrada de la esquina cuando se escuchó el estallido principal de disparos.
Las balas se originaron en un fusil automático reducido de Atlanta y al principio se confundieron con el explosivo utilizado para atrapar al competidor. Después de algunas explosiones, el jefe liberal cayó al suelo del escenario y hubo una mezcla. Entre los individuos que escapaban para refugiarse estaban los gritos desgarrados de "ejecutaron a Galán, mataron a Galán".
Aún vivo, lo trasladaron a la clínica de emergencias de Boston y luego a Kennedy, ambos en Bogotá, pero a las 10:45 se confirmó la lamentable noticia: Luis Carlos Galán Sarmiento había fallecido.
El fallecimiento de Galán marcó eternamente el trasfondo histórico de la nación. Treinta años después de lo ocurrido, las lesiones que dejó aún no se han recuperado y los responsables del homicidio aún no han sido llevados a la justicia.
De esta fechoría intolerable fueron los dos traficantes de drogas más peligrosos de la época, Pablo Emilio Escobar Gaviria, el apodo El Patrón, y Gonzalo Rodríguez Gacha, nombre falso El Mexicano, que condujeron a una especie de sociedad de la mafia "Los Extraditables", a que tenían un lugar los capos fundamentales del cartel de Medellín.
Habían anunciado la guerra contra el Estado y, en particular, contra las figuras abiertas que adelantan la remoción, lo que fue afirmado por un acuerdo marcado con los Estados Unidos en 1988. Esa guerra efectivamente había dado una primera baja mortal de alta eminencia, el sacerdote de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, un querido compañero de Luis Carlos Galán, quien reprobó las conexiones de Escobar para tranquilizar a los carteles desde el Congreso.
Alrededor de entonces, Escobar era delegado de la Cámara para el desarrollo en el que Lara Bonilla y Galán tenían un lugar, del Nuevo Liberalismo, una corriente del Partido Liberal que prometió establecer un Estado con una concentración social y cuya bandera fundamental era la batalla frontal contra el trafico de drogas utilizando todos los instrumentos imaginables, incluida la extracción.
Después de las condenas de Bonilla y el peso de Galán, se descubrió a Escobar y se demolió su enchapado de un magnate errático y altruista. Esto generó el resentimiento del capo, quien solicitó la desaparición del sacerdote el 30 de abril de 1984.
A partir de ese momento, la ubicuidad en desarrollo de Galán se convirtió en un problema para Escobar y sus socios, quienes vieron su entrada prácticamente segura en la Presidencia como un peligro.
Como lo indica la declaración de John Jairo Velásquez Vásquez, también conocido como Popeye, Escobar confió en el hombre, el homicidio de Galán se arregló entre "El Patrón" y "El Mexicano" en un rancho de los últimos en el lugar del Magdalena Medio.
"En esa reunión, echaron un vistazo a las ventajas y desventajas de matar a Luis Carlos Galán. Examinaron que en caso de que no lo mataran, el maltrato en la actualidad sería mortal, ya que en su cruzada política su bandera era la opresión de los traficantes de drogas ... (...) La sensación que di fue que después de la desaparición de Galán nos oprimirían hasta la muerte, las familias nos iban a agredir y si Galán no mordía el polvo, de repente el abuso habría sido legítimo, a lo que Escobar suplantó que lo legal no podía ser, ya que había un hombre muerto que era Rodrigo Lara Bonilla ... ", examina detenidamente las partes de la declaración que Popeye proporcionó para la Fiscalía destapado continuamente por la Revista semana en 1996.
El principal intento de matarlo fue el 4 de agosto de 1989, aprovechando una ocasión abierta del ascenso en la Universidad de Medellín, capital de Antioquia. Sea como fuere, el asalto fue decepcionado a la luz del hecho de que una señora anunció hombres sospechosos a la policía cerca de su casa. Eran los asesinos profesionales contratados por Escobar.
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