25 de octubre de 2023

La sorprendente forma en que la energía limpia salvará la capa de nieve




Otra razón más para deshacernos rápidamente de los combustibles fósiles: la nieve limpia se derrite mucho más lentamente y eso ayudaría a aminorar el calentamiento del planeta




No es ninguna sorpresa que, conforme el planeta se calienta, perdemos más nieve. Lo asombroso es que esta pérdida no es solo consecuencia de más gases de efecto invernadero que aumentan la temperatura de la atmósfera, sino de más contaminación por partículas procedente de los combustibles fósiles. Cuando los pequeños trozos de carbono negro caen sobre la nieve, la oscurecen. Entonces, la capa absorbe más energía solar, se calienta y se derrite con mayor rapidez.

Un nuevo modelo sugiere que al quemar menos combustibles fósiles, el manto de nieve obtendrá un beneficio doble: temperaturas más bajas en la superficie de la nieve y en el aire circundante. “Empezarás a ver una reducción de estas partículas diminutas en el aire, y tendrían un efecto bastante inmediato en el manto”, señala Ruby Leung, climatóloga del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico de EE UU, coautora de un reciente artículo que describe la modelización en Nature Communications. “Esperamos que el aire esté más limpio y, por tanto, que la nieve sea más blanca y menos contaminada”.

La importancia de contar con nieve más limpia

La nieve limpia se derrite menos. La nieve que recién cae conforma una de las superficies naturales más brillantes de la Tierra, ya que refleja el 90% de la luz solar. “La deposición de carbono negro sobre la nieve la ensucia”, explica Lawrence Mudryk, climatólogo en el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá, especialista en la materia, pero quien no participó en el nuevo artículo. “Y eso incrementa la cantidad de nieve que se derrite, simplemente porque las superficies más oscuras absorben más luz y se calientan más deprisa”. Piensa en el calor que sientes en el exterior cuando llevas una camisa negra, que absorbe la energía del sol, en comparación con una camisa blanca, que la refleja.

Este deshielo es particularmente preocupante para los 2,000 millones de seres humanos que dependen del manto de nieve del planeta como una fuente constante de agua. A diferencia de la lluvia, que fluye inmediatamente a los depósitos, la capa de nieve libera agua lentamente a medida que el invierno se transforma en primavera y verano. Esto suele proporcionar más agua que las precipitaciones periódicas, gran parte de la cual se pierde cuando penetra en el suelo; a menos que estés reabasteciendo intencionalmente un manto acuífero con agua de lluvia para aprovecharla después para beber.

“La gente no sabe forzosamente de dónde procede su agua, porque está río abajo de donde se acumula la nieve y el hielo, y luego se derrite”, indica S. McKenzie Skiles, hidróloga especializada en nieve, quien estudia el impacto de los contaminantes en la Universidad de Utah pero no intervino en el nuevo trabajo. “En el oeste de Estados Unidos, hasta el 80% de los recursos hídricos proceden del deshielo, dependiendo de lo cerca que estés de las montañas”.

A nivel mundial, el cambio climático se traduce en un aire más cálido y menos nevadas: entre 1955 y 2020, el manto de nieve de primavera disminuyó un 20% en todo el Oeste de Estados Unidos. Con menos nieve y hielo, esas zonas se calientan más y a mayor velocidad. “La capa de nieve se derrite días o semanas antes, debido al cambio climático”, observa Skiles. “Aquí ocurre una especie de doble impacto: la nieve se oscurece y absorbe más luz solar. Pero también se derrite antes y expone una cubierta del suelo más oscura, que absorbe mucha más luz solar”.

Las temperaturas más altas también provocan más precipitaciones en forma de lluvia, en vez de nieve. Si todo esto cae rápidamente, causaría inundaciones catastróficas, como las que afectaron al Himalaya en agosto.

Para realizar su nuevo modelo, el grupo de Leung planteó dos escenarios centrados en la meseta tibetana. El primero consistía en seguir como hasta ahora; suponía cierta mejora de la tecnología energética, pero no un cambio drástico en el uso de combustibles fósiles. Una modesta reforma provocaría la pérdida de casi el 60% de la capa de nieve de la meseta tibetana a finales de siglo. Pero la ligera reducción de partículas que se derivaría de esta actualización de la tecnología ayudaría un poco pues atenuaría la pérdida en un 8%, por lo que el manto de nieve se reduciría en total alrededor de un 55%.

El segundo escenario suponía un futuro con más tecnología energética limpia y, por tanto, menos calentamiento que en el primer caso. Esta reducción de las emisiones seguiría provocando una disminución del 15% de la capa de nieve de la meseta tibetana a finales de siglo. Y es que la desafortunada realidad del cambio climático es que gran parte del daño está asegurado: aunque detuviéramos las emisiones mañana, el dióxido de carbono permanecerá en la atmósfera durante siglos. Pero teniendo en cuenta la correspondiente reducción de la contaminación, para el año 2100 esa pérdida de manto de nieve sería tan solo de un 8%.

Polvo y humo de incendios: otros enemigos de la capa de nieve

Un poco de esperanza, comenta Leung, es que “cuando comenzamos a reducir la quema de combustibles fósiles, las diminutas partículas del aire no permanecen tanto tiempo”. El efecto sobre la calidad de la nieve podría ser casi inmediato. Por ejemplo, en 2021, Skiles publicó un artículo que demostraba cómo la contaminación atmosférica se redujo durante los confinamientos por covid de 2020, y también disminuyó la contaminación en la nieve y el hielo de la cuenca del río Indo, en Asia.

Pero hay un factor que complica la situación y que la humanidad no siempre es capaz de controlar: el polvo. A medida que el planeta se calienta, las zonas más secas desprenden más polvo, que el viento arrastra a grandes distancias y cae sobre la nieve. El polvo del Sáhara cubre regularmente las estaciones de esquí de Europa y flota a través del Atlántico, asentándose en las Américas. Ese material tiene el mismo efecto que las partículas de los combustibles fósiles, ya que oscurece y calienta la nieve, acelerando su deshielo.

Sin embargo, la gente sí tiene más control sobre el polvo que se levanta por la explotación de la tierra. Cuando los humanos talan bosques como el Amazonas y los convierten en terrenos agrícolas, alteran el suelo que normalmente estaría sujeto por las raíces de los árboles. Por tanto, proteger los bosques tendrá todo tipo de beneficios: retener carbono en los árboles, proteger la biodiversidad y evitar que el polvo se eleve a la atmósfera.

También los incendios forestales más grandes e intensos son un problema creciente para el manto de nieve. Las partículas de humo tienen el mismo efecto que los contaminantes de los combustibles fósiles. En lugares con una capa de nieve permanente, los incendios forestales de verano contaminan el manto. Y también los viejos glaciares se están empolvando con el humo, acelerando su deterioro. “Los incendios forestales de Canadá de este último verano son un gran ejemplo de ello, en el que los glaciares canadienses experimentaron una rápida disminución de su cubierta”, destaca Skiles. “Aún hay que estudiarlo, pero quizá se deba en parte a la deposición de esos incendios forestales canadienses. Aquí, en el oeste de Estados Unidos, ocurre lo mismo. Tenemos glaciares en rápido deshielo, donde la deposición de los incendios forestales está cayendo sobre ellos y contribuyendo al oscurecimiento”.

La temporada de incendios forestales también se está alargando en el Oeste de Estados Unidos: en 2021, por ejemplo, se desató un enorme incendio a finales de diciembre en Boulder, Colorado, que destruyó más de 1,000 edificios. “Cada vez más, los fuegos se solapan con la temporada de nieve”, resalta Skiles.

Es una mala noticia, porque significa que aunque la humanidad reduzca el uso de combustibles fósiles, el manto de nieve sigue en peligro por estos otros procesos. “Tanto la emisión de polvo como los incendios serán más intensos en el futuro y eso, por desgracia, contrarrestaría cualquier ganancia derivada de la reducción de las emisiones de carbono negro”, afirma Skiles. Sigue valiendo la pena hacer estos cambios, pero la humanidad también tendrá que mejorar en la gestión de su suministro de agua, cada vez más escasa e irregular. “Tendremos que aceptar el hecho de que deberemos utilizar el agua de que disponemos actualmente de forma más eficiente”, subraya Skiles.

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Fuente: es.wired.com

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