Ballenas que se encuentran en la Isla de Guadalupe, en Baja California, sufren por la contaminación auditiva generada por los barcos
La isla de Guadalupe de México se ha puesto a la vanguardia mundial de los estudios para entender cómo la contaminación auditiva que generan los barcos afecta a los mamíferos marinos. Los resultados han derivado en que las autoridades restrinjan el uso de emisores de sonidos que afectan la población de zifios de Cuvier.
El doctor Gustavo Cárdenas, líder del “Proyecto de Investigación del zífido de Cuvier y otros cetáceos de Isla Guadalupe” de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), se ha involucrado durante más de una década en el estudio de estos cetáceos de un tamaño en promedio de seis metros y 40 años de vida; sus características los hacen más cercanos a un delfín que a las ballenas.
La disrupción global que generó la pandemia del covid 19 fue, paradójicamente, una oportunidad para que Cárdenas y sus colaboradores tuvieran las condiciones idóneas para estudiar los sonidos de los zifios de Cuvier que residen en la Reserva de la Biósfera Isla Guadalupe, un área marina protegida de Baja California.
Los zifios se comunican por medio de sonidos de alta frecuencia llamados “clics” que les sirven para diversos propósitos como navegar, ubicar a sus presas y aturdirlas una vez que están a punto de engullirlas.
Si bien, el sonido es vital para estos animales, la contaminación acústica que generan los barcos los perturba. Los estudios acústicos de los investigadores descubrieron las perturbaciones que ocasionan los llamados sistemas antiincrustantes ultrasónicos en esta especie.
Se trata de ondas acústicas de alta frecuencia emitidas en la parte inferior del barco (sumergida en el agua) para impedir que algas y otros organismos marinos se adhieran al casco de la embarcación para evitar una disminución en la eficiencia de la propulsión del barco.
“El recubrimiento de los cascos de los barcos con pinturas antiincrustantes es lo más común, pero el problema es que descubrieron que muchos de estos químicos que usan en esta pintura eran muy contaminantes para el océano. Entonces como una solución moderna a este problema surgieron estos sistemas o dispositivos ultrasónicos antiincrustantes”, dijo Cárdenas.
“(El dispositivo) tiene un transductor que funciona con electricidad y lo que hace es vibrar para producir sonido en el casco del barco… con la vibración que emiten a una frecuencia muy alta evitan que flora o fauna marina se pegue al casco del barco y eso evita que el barco deje de ser hidrodinámico”, explicó Cárdenas.
Los investigadores se dieron cuenta de que muchos anuncios de los dispositivos ultrasónicos antiincrustantes se publicitan como una solución ecofriendly, sin estudios que respaldaran la inocuidad de estos aparatos al entorno.
“El problema es que el ultrasonido está justo en la misma frecuencia para algunas de nuestras ballenas que pueden oír estos sonidos”, apuntó la oceanógrafa biológica Simone Baumann-Pickering del instituto de Oceanografía Scripts, quien recalcó que los zifios son una especie sensible al sonido.
La Conanp, junto con el Laboratorio Acústico de Ballenas del Instituto de Oceanografía Scripts, las organizaciones Marine Ecology and Telemetry Research y Sea Shepherd, inició un monitoreo acústico pasivo en 2018 a través de colocar un equipo de grabación acústica en el fondo del mar capaz de detectar sonidos entre los 10 hertz y 100 kilohertz.
El investigador explica que el grabar estos sonidos les brinda información a los investigadores para saber si en la isla realizan búsqueda de sus presas y si la población de zifios está presente todos los meses del año todo. Con la colecta de fotografías de los ejemplares saben que la población de zifios de Cuvier es residente y que usan la Bahía Norte de la isla como espacio de crianza.
“El hidrófono que fue colocado en la Bahía Norte de la isla y no solamente detecta acústicamente a los cetáceos, sino a todos los sonidos del ambiente incluido los producidos por actividades humanas”, explicó Cárdenas.
Nuevo aporte a la ciencia
El estudio reveló que los encuentros acústicos de los zifios decayeron entre julio y noviembre del 2019, lo que coincidió con el uso constante de dispositivos antiincrustantes ultrasónicos por parte de algunas embarcaciones turísticas en Bahía Norte de la isla, dedicadas al avistamiento de tiburones blancos.
“Simplemente, dejaron de producir sonidos para buscar alimento o se movieron (desplazadas) y esto es un disturbio y es grave, no debería de pasar. O sea los animales están en su hábitat natural y esa bahía es donde más registramos madres con crías, es un área que está protegida del viento de las condiciones del oleaje y tal vez la usan para actividades de crianza”, explicó Cárdenas.
En 2020, en plena pandemia ya sin la presencia de estas embarcaciones que utilizan los dispositivos antiincrustantes ultrasónicos, esta caída no se presentó, lo que indica que las perturbaciones a los zifios fueron causadas por los sonidos de estos aparatos.
Sin las embarcaciones turísticas, los ejemplares del cetáceo empezaron a ser localizados en toda la Bahía Norte de la isla y no sólo en el sureste como cuando se alejaban de las embarcaciones, de acuerdo con el estudio“Dispositivos ultrasónicos antiincrustantes impactan negativamente al zifio de Cuvier en alrededores de la isla de Guadalupe, México”, publicado en el portal Nature el 22 de septiembre del 2022.
El problema con los desplazamientos es asumir que estas ballenas podrán encontrar los mismos recursos en otro sitio, dijo Baumann-Pickering, también autora de este estudio.
“En nuestro caso particular, no creo que las ballenas estén experimentando daño a sus órganos auditivos, en este caso particular están siendo desplazadas de su hábitat favorito debido a esta ocurrencia de ruido. El desplazamiento es algo que no queremos que pase en un Área Marina Protegida, eso es seguro. Pero el desplazamiento per se no es necesariamente horrible a nivel de especie si tienes animales que se puedan mover a otra ubicación, si es que esa otra ubicación tiene recursos en abundancia tan buenos como los que tenían antes, y no debería ser un problema. Pero esa asunción no es tan clara, ¿cierto?, de que hay, de hecho, recursos equivalentes en otro lado”, dijo Baumann-Pickering.
Desde una perspectiva de manejo, la investigadora hizo hincapié en que la cantidad de veces que una especie es sometida al ruido influye en el impacto. Una vez, dijo, quizá no crea mayores alteraciones, pero un ruido persistente puede aumentar los niveles de estrés de los zifios, lo que abre posibles escenarios de afectaciones a su salud y a problemas de reproducción.
Los dispositivos antiincrustantes ultrasónicos pueden ser instalados en pequeñas embarcaciones, como sucedió en Isla Guadalupe, pero también en grandes barcos, como cruceros que navegan en otros sitios, explicó Baumann-Pickering.
“Los puertos mexicanos son muy atractivos para una variedad de compañías de cruceros, eso en sí mismo es preocupante, porque algunos cruceros entran a las áreas protegidas”, dijo la investigadora.
Cárdenas abundó que en el Alto Golfo de California no llegan cruceros. Mas en otras partes turísticas del Golfo de California como Loreto, La Paz o Los Cabos llegan cruceros que probablemente usan dichos dispositivos.
“En el artículo documentamos que algunos cruceros que arriban al puerto de Ensenada sí usan los dispositivos”, refirió Cárdenas.
Cartas en el asunto
Baumann-Pickering aplaudió la celeridad del gobierno para tomar medidas en Isla Guadalupe. Los hallazgos sobre la contaminación acústica de esta investigación derivaron en que la Conanp tomara medidas preventivas dentro de la actualización del programa de manejo del área marina protegida.
“Como se estaba actualizando el programa de manejo se incluyó información de todo tipo de fauna y se explora todos los estudios que se han hecho, para precisamente tomar medidas de regulación”, dijo Cárdenas.
En la actualización publicada el 9 de enero en el Diario Oficial de la Federación quedó establecido que las embarcaciones que cuenten con dispositivos antiincrustantes ultrasónicos deberán apagar estos sistemas previo a entrar al área marina protegida.
“Y por lo tanto no usar dispositivos cuyo fin sea atraer, ahuyentar, molestar, lastimar o alterar la conducta de la fauna, sea químico, eléctrico, acústico o de cualquier otra naturaleza”, reza el programa.
Con esta regla administrativa se hace valer el principio precautorio para evitar de que en el futuro otro tipo de tecnologías que emitan ruido puedan afectar el ecosistema.
El investigador reconoce que el problema de la contaminación acústica no es exclusivo de la Isla Guadalupe, sino que se halla en diversas partes del mundo, por lo que el artículo puede ser una aportación global.
Si bien, un estudio como el realizado requiere muchos recursos, ya se planea revisar la contaminación acústica en otras áreas marinas protegidas como la de Revillagigedo o en el Golfo de California.
“Necesitamos nada más unos minutos de grabación en el agua y nosotros ya podemos saber si los barcos están usando este tipo de dispositivo. Entonces esa es la idea, que no solamente esté regulado en la isla Guadalupe, sino que en otras áreas marinas protegidas en México o en el mundo, para que puedan replicar lo que ocurrió en Isla Guadalupe”, dijo Cárdenas.
(Lea también: Una nueva especie de sapo hallada en Kenia revela la evolución de los anfibios africanos
Fuente: la-lista.com
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